LAS LUNAS DEL NOMO

RUY

miércoles, 2 de abril de 2014

CUENTO DE NOMOS PARA DORMIR PRINCESAS CAPITULO FINAL Cuarta parte

Las sirenas y los tritones habían conseguido engañar a la Luna y al nomo, reunidas bajo su reino submarino festejaban que su plan había funcionado y que esa misma noche podrían disfrutar de nuevo de su reflejo sobre la Luna, de nuevo volverían a sentirse las criaturas más hermosas y poco les importaba la tristeza de la Luna, pues sabían que mucho tiempo a la Luna no le hizo falta la atención de otra criatura, y que se dedicaba tan solo a regalar sus rayitos de luz a quienes la voltearan a ver, sin esperar nada a cambio, sin preocuparse si duraban las miradas sobre ella un parpadeo o toda la noche, o todas las noches, como el nomo lo hacía.
Al nomo no le tomaban importancia, pues para ellos era cierto eso de que su fealdad era inmensa, y un peso para cualquier criatura que tuviera que tolerarle, así que del nomo no se preocupaban, pues no les interesaba en absoluto lo que le pasara a él, lo único que les importaba fue que él les había robado la atención de la Luna, y por ego no podían permitir eso, sobre todo siendo el nomo la criatura más horrible sobre la tierra, así que con el ego descansando las sirenas y tritones estaban felices.
El Mar era otra de las criaturas mas sabias de aquellos días, pues era tan viejo como cada cristal de Luna que guardaba tras las cascadas, si bien las sirenas y tritones tenían su reino en las profundidades del Mar, ellos no contaban con ningún soberano, pues la única regla que tenían que seguir era la de adorarse ellos mismos, no concebían adorar a ningún otra criatura, pues ningún otra criatura contaba con la belleza digna para darles una orden, sin embargo, respetaban al Mar, y el Mar respetaba a cada criatura que vivía dentro y fuera de él, sin importarle si eran los reyes más poderosos de aquellas tierras, o las mariposas más pequeñas, el Mar respetaba a todos por igual.
Pocas veces el Mar tomaba partido en los conflictos que pudieran haber entre otras criaturas, y a lo mucho si actuaba lo hacía como mediador, o para dar su punto de vista, pues siendo muy sabio, muchas veces le tomaban como juez para terminar un conflicto, y las sugerencias que el mar daba, se acataban como ordenes, aunque para el mar no fuera esta su intención al hablar, pues respetaba la libertad de todas las criaturas.
Todos en aquellos días sabían que el Mar tenía una enorme devoción por la Luna, e incluso se contaba que alguna vez en el murmullo de sus olas, dejo escapar una noche, la palabra prohibida para la Luna, quizás por eso la acompañaba siempre y de cualquier lado del planeta, la acompañaba en su inmensidad mientras cruzaba de un lado a otro, la acompañaba por las tierras corriendo dentro de alguno de sus ríos, la acompañaba hasta las cascadas donde escondía pedacitos de ella, la acompañaba en el hielo de las montañas más altas, donde en un principio el cubría esos picos, la acompañaba a cualquier rincón dejando que su luz le transformara y le diera vida a las aves que salían de las flores que cubrían aquel planeta.
El mar ya conocía los planes de las sirenas y los tritones, pero no quiso detenerlos pues como les dije, él respetaba la libertad de cada criatura, así que teniendo fe en que los sentimientos de la Luna y el nomo fueran fuertes, pensó que ejercerían su libertad para no creerles a aquellas hermosas y vanidosas criaturas, pero no había sido así, y pese a que bien pudieron haber escogido no creerles, las mentiras de las sirenas y tritones ya les habían llenado el interior del vacío de la tristeza y la Luna se escondía en lo alto sin brillo, sintiendo que el nomo le había mentido, y sintiendo hasta ese momento por primera vez la tristeza y la soledad que jamás había conocido, así como jamás había sentido todo lo que el nomo le había hecho sentir, pero la Luna había decidido escuchar a las sirenas, y peor aún, había decidido creerles.
Lo que sentía el Mar por la Luna era muy grande, tan grande como lo que el nomo sentía, y por eso quizás debería de suponerse que ahora al separarse la Luna del nomo, el más feliz debería de ser el Mar, pero no era así, pues el Mar no quería ver triste a la Luna, y por conocer las historias más tristes sobre aquellas tierras, también conocía el dolor que provoca una tristeza así, por algo él había creado las cascadas volviéndolas un tributo, un llanto eterno que recordaba aquellas historias hermosas pero tristes, así que sabía muy bien del dolor que sentía la Luna, y el Mar no quería eso para ella.
El Mar sentía mucho coraje contra las sirenas y los tritones, por ser los culpables de que la Luna se sintiera tan mal, pensó en exiliarlos de sus aguas y obligarlos a vivir fuera de él y que perecieran con la piel seca y arrugada, para que su belleza se terminara y aprendieran un poco de humildad, pero el Mar respetaba a todas las criaturas y sabía muy bien que bastante castigo era el que jamás pudieran sentir la palabra prohibida, entendía que precisamente, aunque no lo dijeran, lo que les había hecho comportarse así, era la envidia que tenían hacia el nomo, pues el sin contar con ninguna virtud física había sido capaz de sentirla y hacérsela sentir a la Luna, así que ellos, siendo tan hermosos estaban condenados a no conocer nunca el sentido de aquella palabra y de la vida misma.
El Mar simplemente sacudió sus aguas y les derrumbo algunos muros para hacerles notar que estaba molesto y dejaran de reírse, todas las criaturas que habitaban sus aguas habían sentido el coraje del Mar y entendían su enfado, todas las criaturas que vivían dentro de sus aguas guardaron silencio, pues entendían también la tristeza que debía de estar sintiendo la Luna, las sirenas y los tritones fueron a esconderse a los corales, llenos de miedo, pues el Mar les había dejado ver sobre la arena la amenaza de expulsarlos de sus aguas y dibujo con sus corrientes las imágenes de sirenas y tritones con la piel seca y arrugada, con la piel cubierta de fealdad, eso atemorizo a las sirenas y tritones y prefirieron irse a esconder, pues una vida sin belleza no tenía sentido para esas criaturas que solo eran belleza, que eran la belleza misma.
Así el Mar al ver que su amenaza les había infundido miedo a las sirenas y tritones, se marcho en busca de la Luna, pues no quería que ella pasara más tiempo llenándose de aquella tristeza inmensa, y recorrió todas sus aguas hasta el otro lado del planeta donde sabia que la Luna estaba escondida en la obscuridad de la noche, pero era difícil encontrarla estando tan lejos y además sin brillo alguno la Luna no se veía a simple vista, así que agito sus aguas para levantar una ola de espuma lo más alto que pudo, agito sus aguas hasta que logro subir aquella ola de espuma a una montaña, la más alta que conocía, agito sus aguas para crecer mas y mas, agito sus aguas con la fuerza de lo que sentía por la Luna, y con el deseo de terminar con su tristeza, agito sus aguas tan alto que desde el otro lado del planeta se pudo ver la enorme ola luchando por mantenerse erguida.
La Luna estaba escondida en la obscuridad de la noche, sintiéndose vacía y sin ganas de brillar, la tristeza de sentir que sin importar que fuera la primera vez que sentía aquella palabra, fuera mentira, no quería brillar para que no se vieran sobre su piel las imágenes que el nomo le había dibujado, no quería brillar para no dejarse engañar de nuevo por alguna criatura que simplemente buscaba obtener uno de sus rayitos de luz, no quería brillar esa noche para nadie, y no quiso mirar a nadie aquella noche, así que no alcanzo a ver al Mar, montado en aquella ola de espuma.
Las estrellas esa noche habían apagado también su brillo porque entendía la tristeza de la Luna, la podían sentir en cada granito de su polvo, y para hacerle saber que no estaba sola habían dejado de brillar también esa noche, pero una de aquellas estrellas vio la ola de espuma desde donde estaba, y acercándose un poco pudo ver que el Mar estaba encima de aquella ola mirando hacia aquella obscuridad, las estrellas son criaturas curiosas así que no paso mucho tiempo para que decidiera acercarse hasta aquella enorme ola, después de darle varias vueltas el Mar la salpico con aquella espuma para preguntarle por la Luna, la estrella le conto que la Luna estaba muy triste y que seguramente no volvería a brillar, y que las estrellas tampoco lo harían, no al menos sobre aquel planeta.
El Mar le dijo que sabía lo que le pasaba y era por eso que la estaba buscando, pues él sabía cómo hacer que la Luna volviera a brillar, al principio la estrella dudo pensando que quizás solo estaba buscando convencerla de que brillara, para que siguiera disfrutando se su luz, pues aquella noche, esa eso lo que todas las criaturas de aquel cielo pensaba, que las criaturas de la tierra solo buscaban a la Luna por interés, y que jamás les había preocupado su soledad o su tristeza, si bien era cierto que nadie nunca le había regalado la palabra prohibida a la Luna, también era cierto que todo era diferente en aquellos días, y que en la tierra había un nomo que sentía como nunca se podría llegar a sentir, la palabra prohibida, y que la sentía por la Luna, para la Luna, así que el Mar le dijo esto a la estrella y la estrella fue a buscar a la Luna, pues las estrellas al igual que el Mar, solo querían ver feliz a la Luna y si el Mar sabia como devolverle el brillo, no valía la pena esperar más tiempo, pues la Luna corría el peligro de que si pasaba demasiado tiempo sin brillo, podría volverse un agujero negro y sentir ese vacío que la tenia apagada, por siempre, teniendo la necesidad de devorar todo lo que se le pusiera enfrente.
Así que la estrella fue a buscar a Luna entre aquella obscuridad, tropezando muchas veces con otras estrellas, que al escuchar en el polvo que iba soltando la estrella, lo que el Mar le había contado, iban sumándose a la cola de aquella estrella, por fin encontraron a la Luna, fría y apagada, sin un solo destello de luz, tan vacía y triste, tan obscura, la rodearon entre todas pero la Luna no parpadeaba, no se encendía, con el miedo de que la Luna comenzara a convertirse en un agujero negro la cargaron entre todas para llevarla hasta donde el Mar estaba montado en su enorme ola de espuma.
El Mar sintió la tristeza como nunca la había sentido, ni siquiera en aquellas cataratas que había creado, sintió miedo como nunca jamás había sentido, pues la Luna estaba apagándose para siempre, en ese momento todas las aguas se volvieron saladas, las de los ríos, las de los océanos, las que subían con el aire hasta las nubes, y las que caían como lluvia sobre los bosques más lejanos, todas las aguas se volvieron saladas, pues el Mar estaba llorando como nunca antes había llorado, pues la Luna se estaba apagando, se estaba muriendo.
El Mar sacudió sus aguas nuevamente, esta vez con toda la fuerza que el miedo de ver morir a la Luna le causaba, volvió fuerza el miedo, volvió pasión el miedo, volvió milagro el miedo, y la ola de espuma sobre la que estaba montado se engroso, les pidió a las estrellas que la pusieran sobre aquella ola, y con cuidado fue bajando de aquella montaña con la Luna encima de él, la llevo lo mas lejos de cualquier orilla y poco a poco fue sumergiéndola en sus aguas, que se habían vuelto completamente de espuma.
Todas las criaturas que habían sido tocadas por las aguas saladas de aquel momento, supieron lo que pasaba y sintieron el miedo que el Mar sentía, el miedo que las estrellas sentían, el miedo de saber que la Luna estaba muriendo, el miedo de saber que nadie podía hacer algo para evitar aquello, incluso las sirenas y los tritones tuvieron miedo, pues la Luna era la criatura más hermosa que podía contemplarlos a ellos y si la Luna muriera su ego se vería afectado, pues ningún otra criatura, además de ellos, era tan hermosa como la Luna, y en ese momento por sus mentiras, la Luna estaba muriendo, y seguramente eso haría que sufrieran el castigo de no ser vistos por nadie, y su existencia seria vacía pues nadie podría admirarlos teniendo ellos tanta belleza.
El Mar dejo que su espuma penetrara cada grieta de la Luna, y como esponja la Luna fue absorbiendo toda el agua que le cupo, dentro de la espuma el Mar de conto todo lo que había pasado, le conto de las mentiras de las sirenas y de los tritones, hizo que su voz se escuchara dentro de aquella espuma, para que supiera que cada palabra que le habían dicho era mentira, pero la Luna parecía no escuchar ya nada, en las orillas de todo el planeta, las criaturas lloraban por lo que pasaba, lloraban por la Luna que moría, y sus lagrimas fueron alimentando los océanos, dejando que la Luna escuchara la preocupación de todos, y el aprecio que todos le tenían, pero la Luna ya sabía eso, y era por eso que brillaba para todas las criaturas, era por eso que les regalaba sus rayitos de luz, sin importar que la vieran tan solo un parpadeo, la Luna ya sabía eso, pero no sabía lo que el nomo le había hecho sentir.
Entonces el Mar dejo dentro de la espuma la voz chillona del nomo, y le mostro todas las veces que sin tenerla de frente el nomo mencionaba su nombre y la palabra prohibida, sin importar si alguien lo acompañaba o estaba solo, le enseño que pasaba los días solo nombrándola, le enseño que estaba una noche atrás, buscando unas semillas, las más hermosas, para ir a buscar a un hechicero y regalarle el árbol más bello, y acercarse por fin a ella, le enseño que el nomo sentía la palabra prohibida por ella, que era cierto, que no lo había imaginado, que no lo había soñado.
La Luna parpadeo al ver aquellas imágenes de su nomo pensando en ella, parpadeo al verlo hablar de ella, parpadeo al ver que sin miedo a ser castigado gritaba por los bosques la palabra prohibida para ella, parpadeo porque dentro de ella latió la palabra prohíba con el nombre del nomo, parpadeo porque solo necesitaba que una criatura latiera aquella palabra por ella y para ella, solo una criatura, no necesitaba más, solo una criatura la hizo parpadear, solo el nomo y con la fuerza de sus latidos para ella, volvió a parpadear.
Los corales que rodeaban aquellas profundidades se iluminaron, regalándole a la Luna su luz, dentro de los corales estaba toda la tristeza que las criaturas de la tierra habían llorado, y la tristeza también del Mar al verla morir, y al regalarle su brillo estaban transformado toda esa tristeza en luz, en una luz que iluminaba de vida una vez más a la Luna y transformando la tristeza en alegría, por volver a verla brillar.
El Mar, las estrellas y todas las criaturas que vieron el brillo de la Luna sumergida en esas aguas, sintieron una inmensa alegría, las estrellas volvieron a brillar todas en un destello que ilumino por completo los cielos de la tierra, el Mar poco a poco fue desvaneciendo su espuma, y las aguas de toda la tierra brillaban por la Luna, todas las criaturas en ese momento sabían que la Luna y el nomo tenían que estar juntos, sabían que nadie sentía con tanta fuerza la palabra prohibida por la Luna, sabían que el nomo y la Luna tenían que estar juntos, incluso el viejo hechicero que el nomo estaba buscando había visto aquello, y sin dudarlo le pidió al viento que le consiguiera las semillas más hermosas para volver realidad el regalo de nomo.
Los tritones en ese momento recordaron lo que le había pasado al nomo, y que se había lanzado a la cascada para no permitir que la Luna lo volviera a ver, su voz llego hasta la Luna llenándola de preocupación por el nomo, el Mar le dijo que tenía que recuperar su brillo por completo y que necesitaba ahora subir de nuevo al cielo para que el polvo de las estrellas le regresara todo su brillo, y que mientras hacía eso, el buscaría al nomo, agito de nuevo sus aguas y expulso a la Luna fuertemente para colocarla en órbita de nuevo, ahí las estrellas no tardaron nada en acercarse y envolverla para regresarle todo su brillo, mientras dentro del mar llegaban imágenes del nomo flotando dentro de él.
El Mar tenía que cruzar la tierra para llegar hasta donde estaba el cuerpo inconsciente del nomo, detenido por unas piedras, tenía que apresurarse a encontrarlo antes de que fuera también tarde para él, pues todo mundo sabía que si un nomo perdía sus latidos, ningún milagro se los podría regresar, así que lanzo un chorro de espuma al cielo para acariciar por última vez a la Luna y se alejo, la Luna envuelta en aquel manto de estrellas se sentía agradecida con el Mar, por haber ayudado a regresarle su brillo, pese a que ahora sabia la Luna que el Mar sentía también la palabra prohibida por ella, aunque ella no pudiera sentirla por él, y sintió un poco de tristeza por no poderle corresponder, pero las estrellas le contaron que los sentimientos así eran, y que uno no podía obligarse a sentir algo por alguien pues solo se le causaba daño, que esto el Mar ya lo sabía y por ser tan sabio lo entendía, y por eso, a pesar de no saberse correspondido, había preferido contarle todo lo que latía el nomo por la Luna, solo para verla feliz, solo para verla hermosa y radiante, como el nomo la veía, solo porque el Mar sentía algo parecido a lo que el nomo sentía, pero el Mar era más sabio y entendía que los sentimientos así son, y que se tenía que respetar la libertad de sentir lo que cada criatura quisiera sentir, él había decidido sentir aquello por la Luna, y la Luna había decidido sentirlo por el nomo, y el nomo por ella, así que el Mar respetaba esa libertad, por ser sabio, por ser Mar.
El nomo detenido por unas piedras, flotaba inconsciente, pero las imágenes de aquello que había pasado le habían penetrado por su áspera piel, haciéndole ver entre sueños a su Luna dentro del Mar, completamente apagada, estos destellos de imágenes lo hicieron reaccionar despertándolo lleno de miedo y de angustia, pues no sabía si eran reales o solo sueños, delirios que había tenido, tambaleando salió de aquellas aguas, tambaleando mencionando el nombre de su Luna, el sol brillaba en lo alto, y sabia que si algo le había pasado a su Luna, el no podría enterarse a menos que cruzara la tierra en contra del sol para llegar a la noche del otro lado, su miedo a estar lejos de su Luna le hicieron correr de nuevo, su miedo a no volver a verla, su miedo a no poder gritarle una última vez la palabra prohibida, así que el nomo de nuevo corrió, en contra de todo, hasta del sol.
Corrió de nuevo cruzando bosques y campos, corrió de nuevo tratando de no distraerse, ni siquiera para tomar su café, ni siquiera para encender su tabaco, corrió de nuevo subiendo por montañas, cruzando ríos que le recordaban que al llegar a la orilla de aquellas tierras tendría que nadar todas las distancias que nunca había nadado, y que seguramente sería en medio del mar, donde encontraría a su Luna, corrió y corrió hasta que las piernas se le doblaron.
Estaba llegando a la cima de una montaña, era la más alta de aquella cordillera, y sus picos estaban cubiertos de hielo, pero sabía que era la última que tendría que escalar, así que trato de hacerlo lo más rápido que pudo, pero sus piernas ya no aguantaban mas, y sus brazos le temblaban haciendo difícil sostenerle, sus garritas ya se habían desgastado y era difícil hacer que se sujetara de aquellas paredes de hielo, así que muchas veces resbalaba, pero seguía adelante, aferrándose hasta con sus dientes.
Faltaba poco para la cima, cuando un pedazo de hielo se quebró haciéndolo resbalar muchos metros hacia abajo, cayéndole encima dejándolo aturdido por el golpe, mareado por la caída y por la falta de descanso el nomo tenía nublada la vista, y al tratar de subir por un muro de hielo, vio su reflejo sobre aquel cristal blanco.
Recordó que los tritones le habían dicho que subían a lo alto de las montañas porque en aquellos muros de hielo su belleza brillaba con más claridad, y su reflejo ahora le dejaba ver toda su fealdad con la misma claridad, acaricio el reflejo con sus garras temblorosas.
-¿es así como me veo? ¿Es así como me ven todos? ¿Es así como me ve mi Luna?
Repetía en voz alta mientras su garrita temblorosa trazaba su silueta en aquel reflejo, repetía en voz alta mientras de sus ojos volvían a salir lagrimas que le escurrían por la ojeras cayendo como pedacitos de hielo por el frio que se sentía, sobre el piso.
-¿es así como me ven todos? ¿Es así como me ve mi Luna? ¿Qué es lo que soy? ¿Qué clase de criatura soy? ¿En qué me convertí? ¿En qué me convirtieron?
El nomo sintió coraje al recordar el hechizo que le había transformado en esa criatura que tenía enfrente, sintió coraje contra la princesa que lo había hechizado, sintió coraje contra las criaturas que le habían aventado piedras al verlo acercarse, sintió coraje con su Princesa Luna por haberse ido con un príncipe, sintió coraje con su Luna por haberlo engañado y hacerle sentir que lo miraba a él, que brillaba para él, sintió coraje contra él, por ser esa bestia que encerraba toda la fealdad de la tierra y no poder ser otra criatura digna de su Luna, sintió coraje y lleno de coraje golpeo aquel reflejo, rompiendo aquel cristal de hielo.
Cayo de rodillas y llevándose las manos al rostro estallo en llanto.
-no puede ser, no puede ser, no puedo dejar que mi Luna me vea así, no así, no puede ser, no puedo dejar que me vea así.
Lloraba y lloraba mientras sobre el suelo caían sus lagrimas convertidas en escarcha, lloraba sintiendo las palabras de los tritones que le habían dicho que si sentía algo por la Luna, era preferible que le evitara verlo, pues su fealdad era inmensa, y ahora al ver su reflejo, entendía porque lo decían y entendía que tenían razón, y que no podía permitir que la Luna lo viera siendo lo que era, lloro y lloro hasta que la escarcha de sus lagrimas le cubrió las rodillas, lloro y lloro hasta que la tristeza por verse como era le hizo sentir que era injusto que la Luna se quedara con él, que era injusto que una criatura tan hermosa y radiante como era su Luna se fijara solo en él, no importaba que el sintiera la palabra prohibida por ella, no importaba que fuera esta palabra por ella y para ella, lo único que latía dentro de él, no importaba la palabra prohibida, porque con la apariencia que tenia era injusto pedirle a la Luna que le regalara siquiera un rayito de su luz, era injusto que quisiera acercarse a ella, pues más de cerca le vería tan feo como en realidad era, era injusto que deseara que sus garritas le rozaran la piel, no esas garras ásperas y toscas que tenía el nomo, no podía ser, no quería que fuere así.
Pensó que demostrarle a la Luna lo que sentía con dibujos y con el árbol que quería regalarle, no bastaba, pues por mas cosas bellas que el nomo pudiera hacer, su fealdad no cambiaria y siempre, sin importar lo bello de sus regalos, su fealdad estaría ahí, ante los ojos de la Luna y de todas las criaturas, y no podía permitir que la Luna padeciera también su fealdad, no podía permitirse hacer pasar a la Luna una noche más mirando su horrible rostro, si quería estar con ella, tenía que hacer algo.
Se puso de pie y sacudió la escarcha que sus lágrimas le habían dejado, vio su reflejo ya distorsionado por los cortes que el golpe contra aquel muro de hielo.
-no puedo dejar que me vea así, no puedo dejar que me sienta así, no pedo volver a verla así, no puedo.
Dio media vuelta y comenzó a bajar aquella montaña, mientras pensaba como cambiar su apariencia, pues si bien era cierto que hacía mucho tiempo él ya vivía conforme con el rechazo y el aislamiento que vivía por su apariencia, esta vez lo que sentía dentro era más fuerte que ese confort que había aprendido a sentir, y por volver a decirle la palabra prohibida a su Luna estaba dispuesto a todo, incluso a terminar con aquella fealdad a la que se había resignado, bajo de aquella montaña lleno de tristeza, lleno de coraje contra el mismo, y aferrándose a no volver a permitir que su Luna tuviera que tolerar el ver una criatura tan fea como era él y si no conseguía cambiar su apariencia, prefería morir de vacío, que dejar que la Luna lo viera siendo la bestia que era, bajo de aquella montaña, para cambiar las cosas, y que todo fuera diferente, y que él pudiera ser al menos digno, de uno de los rayitos de su Luna, bajo de la montaña, para terminar con su maldición, bajo de la montaña, para buscar como cambiar las cosas, bajo de la montaña para esta vez, ir en contra de sí mismo, ir en contra de su horrible aspecto, para ir en contra de lo que era, un nomo y nada mas.

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